Había una vez un pequeño ángel que creaba instantes de alegría en las personas, pues no tenía el poder de crear grandes experiencias, porque eso correspondía a seres de luz de más alta vibración. Él sólo podía hacer pequeños instantes. A veces pensaba que las personas no lo apreciarían por ello, pero sabía en el fondo que su labor tenía una razón de ser.
Un día, un hombre en una oración le dijo: “¿Porqué me has dado sólo un instante?, ha sido tan bello y ahora ha terminado”. El ángel deseó poder brindarle una gran experiencia, pero no podía.
Tiempo después, cuando el hombre tuvo una temporada de gran decaimiento, el angelito le concedió otro instante de alegría. Una circunstancia tan sencilla y bella que le arrancó lágrimas de alegría al desafortunado hombre, y desde ese instante de alegría, el corazón del hombre se llenó de luz y calor, permaneciendo ahí por mucho tiempo. El hombre utilizó esa inspiración para salir de su tristeza y logró triunfar, convirtiéndose luego en un hombre pleno y feliz que inspiró a muchas otras personas.
Había un arcángel, el cual era quien le concedió esa gran dicha al hombre. Éste arcángel le dijo al angelito: “Gracias a ti, he podido realizar mi trabajo, de otra forma, ese hombre nunca me lo hubiera permitido”. Entonces el angelito comprendió porqué las grandes montañas están hechas de granos de arena, y los grandes siglos están hechos de millones de fragmentos de segundos.El hombre que escuchó parte de la conversación en su mente supo que no hay que desperdiciar nada, por pequeño que parezca.
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Todos tenemos nuestros angeles; según el islam los angeles son nuestrods auxiliares
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